jueves, 21 de enero de 2010

entrepierna

La mujer de mis más feroces fantasias iba a mi clase de electricidad y magnetismo.

A veces en clase, entre el escándalo de un simpático anciano explicando inducción y fuerzas electromotrices, yo jugaba a dibujar su silueta en hojas cuadriculadas de los chinos que siempre acababa por romper en mil pedazos enfadado. Qué dificil es ser dios, pensaba.

De vez en cuando, al pasar la hoja de firmas, rompiendo el orden habitual que esta debía seguir, yo me levantaba de mi sitio, iba hasta donde estuvieses y con un pulso parecido al del anciano profesor, te pasaba la lista. Tú, oh, tú siempre decías... "No, yo ya firmé", y yo volvía a mi sitio repitiendo tus palabras hasta el infinito. Así todos los días.

No sé de qué color es su pijama, ni su albornoz, ni si le gustan las albóndigas de lata. Tampoco sé si cuando me miraba lo hacía con el deseo que yo quería intuir o con la indiferencia propia de una chica sutil, como ella.

Menos mal que ya se acabaron las clases de electricidad y magnetismo.

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