domingo, 31 de enero de 2010

viernes, 29 de enero de 2010

mi naturaleza muerta

He de anunciar al mundo que no me gustan nada los cuadrados.
Ni los cuadrados, ni las lineas estrechas entrelazadas unas con otras sin orden, como un tejido tejido por un mal tejedor, como una sopa de fideos con exceso de caldo.
Si, se podría decir así.

Las columnas y las filas, unidas en familia tampoco me gustan nada de nada, y sin familiarizar, qué coño.
No sé qué preferiría, si cuadrados o columnas o filas, andarán ahí ahí.

Ahora, por lo que derrocho devoción es por los rectángulos, los rectángulos son otra cosa.
Los que más me gustan con los que tienen una base bien anchota y poca altura, que no den vértigo, ya me entendéis.

De los círculos, elipses, circunferencias, u otras manchas, no tengo opinión. Nunca concebí ninguna, aunque he de reconocer que siento curiosidad.

sábado, 23 de enero de 2010

peste

Imagina un edor extremádamente putrefacto,
un pozo ciego.
Uno fuerte, como el olor de rosa, roja, quemada,
el más pestilente y nauseabundo que jamás hayas saboreado,
una fosa común, inhumano.
Una explosiva mezcla de...
preservativo sin usar,
entrepierna sudada,
preservativo usado,
boca seca
y un cigarrillo fortuna.
Aderézalo con un pelín de odio.

¿Llegas a imaginarlo?
Pues algo así...

jueves, 21 de enero de 2010

entrepierna

La mujer de mis más feroces fantasias iba a mi clase de electricidad y magnetismo.

A veces en clase, entre el escándalo de un simpático anciano explicando inducción y fuerzas electromotrices, yo jugaba a dibujar su silueta en hojas cuadriculadas de los chinos que siempre acababa por romper en mil pedazos enfadado. Qué dificil es ser dios, pensaba.

De vez en cuando, al pasar la hoja de firmas, rompiendo el orden habitual que esta debía seguir, yo me levantaba de mi sitio, iba hasta donde estuvieses y con un pulso parecido al del anciano profesor, te pasaba la lista. Tú, oh, tú siempre decías... "No, yo ya firmé", y yo volvía a mi sitio repitiendo tus palabras hasta el infinito. Así todos los días.

No sé de qué color es su pijama, ni su albornoz, ni si le gustan las albóndigas de lata. Tampoco sé si cuando me miraba lo hacía con el deseo que yo quería intuir o con la indiferencia propia de una chica sutil, como ella.

Menos mal que ya se acabaron las clases de electricidad y magnetismo.

lunes, 18 de enero de 2010

ascensores


A veces (siempre) sucede,
las cosas menos feas de esto
entran por una puerta fría que habla alguna lengua muerta
y acaban por volver en forma de quién sabe qué.
Nunca sentí devoción por los ascensores.